Descubriendo el Zizuma:
bienestar de alta montaña

Daniel Felipe Beltran es un viajero, amante de la naturaleza y el yoga. Él y un grupo de amigos emprendieron un renovador viaje hacia el Parque Nacional Natural El Cocuy en busca de bienestar y tranquilidad, a través de esta crónica nos acerca a su experiencia en este mágico destino turístico del departamento de Boyacá.

POR: Daniel Felipe Beltran

A inicios del 2022, me propuse conocer todos los nevados de Colombia e intentar conquistar sus cumbres hasta donde me fuera posible. Para ese entonces ya había conocido los volcanes nevados del Tolima, Nevado del Ruiz y Huila, y mi próximo objetivo era la Sierra Nevada del Cocuy, Güicán y Chita, en el departamento de Boyacá. No emprendí esta aventura solo, quise que fuera en grupo para que otras personas pudieran experimentar la sensación de bienestar y vitalidad que las montañas de Colombia son capaces de generar. Para cumplir mi objetivo, decidí unir poderes con una gran amiga que tiene un proyecto de turismo de bienestar llamado Heal and Travel, y creamos una experiencia integral que permitiera conectar profundamente con la naturaleza a través de retos físicos y mentales, al igual que con espacios llenos de magia para relajarse y encontrar paz interior. 

GRUPO | aRCHIVO PERSONAL

A esta experiencia le dimos el nombre de “Descubriendo el Zizuma”, por el nombre que utiliza la comunidad indigena U’wa para referirse a la Sierra Nevada del Cocuy como paraíso espiritual. La travesía empezó desde Bogotá un Jueves en la noche con un grupo de 7 amantes de la naturaleza, después de 9 horas de viaje aproximadamente, llegamos al municipio de Güicán, el viernes en horas de la mañana, donde desayunamos y adquirimos algunos snacks para recargar energías, y continuamos hacia el lugar de descanso de toda la aventura: las Kabañas Kanwara, cuyo nombre significa “Refugio de Dioses”. Las cabañas están ubicadas en un lugar estratégico a la entrada del Parque Nacional Natural del Cocuy, desde allí se logran ver en panorámica algunos de los picos más emblemáticos de la sierra como el Ritacuba Blanco o Ritak’uwa blanco en lengua Tunebo, y el tan famoso “Púlpito del diablo”. Al llegar a Kanwara, fuimos recibidos por el personal de este establecimiento en medio de la montaña, gente muy amable y atenta que nos condujo a nuestras cabañas, las cuales nos sorprendieron por su comodidad y sobre todo por su sala con chimenea, que supimos sería muy útil en las noches heladas de la Sierra. 

ENTRE FRAILEJONES| ARCHIVO PERSONAL

Ya instalados tomamos una siesta, almorzamos y nos dirigimos a nuestra caminata de aclimatación liderada por Don Miguel, campesino nacido en las montañas de la Sierra, y el cual sería nuestro guía durante toda la aventura; en el trayecto de la caminata empezó el «show de magia» de la sierra, pudimos ver especies de frailejones de más de 3 metros de altura, ríos fluyendo a través del bosque andino, las montañas y lagunas cristalinas, señales de que habíamos entrado a un lugar sagrado que quedaría marcado en nuestro cuerpo y alma para siempre. 

A primera hora del sábado, el ambiente estaba lleno de ansiedad y emoción por nuestro primer gran reto que tenía como meta llegar al borde de nieve del pico más alto de la Sierra; el majestuoso “Ritak’uwa Blanco”: el pico más alto de la Cordillera Oriental, tiene un altura aproximada de 5.330 msnm. Nos recibió la montaña con una mañana soleada, y empezando desde los 3.900 msnm paso a paso fuimos cruzando por diferentes ecosistemas: bosque andino, subpáramo, páramo y nevado,  pudimos percibir la belleza de la fauna, la flora  y la inmensidad de las montañas, sistemas rocosos como de otro planeta, experimentamos alegría, asombro y un sin fin de emociones más, fue un reto físico y mental que superamos con conciencia en nuestra respiración y transformando nuestros pensamiento de darnos por vencidos en fuerza para alcanzar la meta, hasta finalmente, llegar al borde del glaciar a unos 5.000 msnm aprox en una zona coloquialmente conocida como “Divino Niño”, nos sentimos tan pequeños y vulnerables, y al mismo tiempo, tan afortunados por presenciar la grandeza del glaciar. Soltamos nuestras maletas, nos sentamos, respiramos y contemplamos. Y para llevar la experiencia a un nivel más profundo de conexión compartimos una ceremonia de Cacao recién hecho en la montaña. Estando allí pudimos entrar en meditación para abrir nuestro corazón y agradecer al Zizuma por permitirnos entrar y conectar con él, al igual que pedirle que nos ayudará a soltar cualquier pensamiento, sentimiento o sensación que no quisiéramos cargar más en el camino. Se nos hacía tarde y tuvimos que iniciar el descenso el cual estuvo acompañado por granizo, lluvia y mucho frío, haciendo el reto más grande, pero al mismo tiempo mostrándonos el poder de la montaña para producir agua y la lección de aprender a adaptarnos a su incertidumbre.

Volvimos sanos y salvos a las cabañas, con toda nuestra ropa mojada, pero con un brillo en nuestro ojos porque todo el equipo había logrado el objetivo, una meta que se convirtió en un gran encuentro. Cerramos el día con yoga, una gran cena y una copa de vino alrededor de la chimenea, una forma de recuperar nuestro cuerpo y energía vital para el reto del siguiente día. 

1. MONTAÑAS ROCOSAS. 2. YOGA EN EL GLACIAR. 3. FOTO EN GRUPO | ARCHIVO PERSONAL

Iniciamos el último día de expedición a las 4 am de la mañana, fué el domingo, nuestros cuerpos estaban algo resentidos por el día anterior, pero nuestra mente y corazón muy dispuestos para lograr el último reto; La Laguna Grande de la Sierra. Nos dirigimos a la finca La Esperanza, había una casita campesina al inicio del sendero, como sacada de una postal. En ese momento, no todo el grupo se sentía apto para lograr el reto, aún así, algunos aún tenían la fé intacta de que podían alcanzarlo, por ello decidimos separar el grupo en dos, atendiendo nuestros límites. A la par con nuestro guía y dos creyentes más, pensé “somos la fuerza especial del Zizuma” y avanzamos.  A paso firme y constante iniciamos el sendero de aproximadamente 11 km, transcurrida una hora recibimos la bienvenida por parte de un monumental valle con miles de frailejones cubiertos de niebla, desde allí se convirtieron en miembros del equipo. Después de unos kilómetros empezó nuestro ascenso, la vista se despejó y fuimos abrumados por montañas rocosas que parecían naves espaciales, eso pensé. Estábamos subiendo las escaleras a otro planeta, y para completar, se unió al equipo desde los cielos un águila que planeaba y nos observaba con atención, nos encontramos con nuestro espíritu en la montaña. Los pies no se detenían y muy concentrados en nuestra respiración, llegamos a “Marte”, para decir que el paisaje era extraterrestre. Rodeados por pequeñas quebradas que fluyen a través de rocas pintadas por múltiples minerales y el tiempo, el camino continuaba, a lo lejos se mostraba tímidamente el “Púlpito del diablo” y “El cóncavo”, estábamos cerca de nuestra meta.

RUMBO A LA LAGUNA GRANDE DE LA SIERRA | ARCHIVO PERSONAL

Dando nuestro último esfuerzo llegamos a los 4.900 msnm y un color azul zafiro nos hipnotizó inmediatamente, estábamos cara a cara con una de las lagunas más místicas de Colombia, la “Laguna Grande de la Sierra”, y sí que es grande, en fotos no se alcanza a dimensionar ese espectáculo, hay que ir a verlo con los propios ojos. Nos abrazamos en grupo y sentimos un orgullo muy honesto, decidimos calificar ese momento como algo sublime, una meta más.  Tomamos una aguapanela recargada con jengibre, miramos una vez más la laguna para que se quedara grabada para siempre, y el descenso comenzó. El final de esta travesía se acercaba, debíamos volver a Bogotá. Bajamos rápidamente teniendo muy presentes aquellos últimos obsequios que nos otorgaba el gran Zizuma. A las 2:30 de la tarde después de 22 km, y 8 horas y media de camino, volvimos a la Finca La Esperanza. Cambiamos nuestra ropa, tomamos aguapanela (de nuevo) y abordamos el bus para regresar a nuestros hogares. No cabíamos de la dicha, como se dice popularmente, lloré de felicidad en el bus.

En total hicimos 37 km ascendiendo y descendiendo entre los 4.000  y 5.000 msnm, pasando por dos senderos majestuosos, aproximándonos a borde de nieve del Ritak’uwa Blanco y a la Laguna Grande de la Sierra, deslumbrados por bosques, páramos y el glaciar, co-existiendo con millones de frailejones y con un grupo de caminantes que supieron disfrutar de todos los regalos, retos y aprendizajes que trae la montaña. Ha pasado una semana desde que viví este “sueño” y escribo esta crónica organizando desde ya la próxima aventura en el surreal Zizuma, esperando que más turistas y caminantes se unan a esta experiencia de Pranayando (mi proyecto personal) y Heal and Travel para compartir bienestar de alta montaña. 

EN LA LAGUNA GRANDE DE LA SIERRA | ARCHIVO PERSONAL

DANIEL FELIPE BELTRAN

Bogotá D.C, 1993. Es un joven emprendedor con estudios en mercadeo y negocios. A través de sus viajes ha re-conectado con la magia del Colombia y su pasión por la naturaleza y la montaña, llevándolo a crear su propio proyecto  denominado Pranayando el cual busca compartir, con otros viajeros, experiencias de bienestar y conexión con la naturaleza en las montañas de nuestras cordilleras. 

Boyacá turÍstico | AGENCIA CONSULTORA

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